29 abril 2010

La manzana de la discordia

De repente, Verónica se levanto rápidamente de la mesa hablando palabras balbuceantes y sin sentido, o al menos en aquel momento no las tenían, estaba eufórica y con la mirada desafiante, se notaba la ira que llevaba dentro de sí, era cuestión de segundos para que dejara salir todo esa furia inmersa la que iba dirigida a Connie, quién se encontraba sentada a la mesa justo en frente de su legitimo contradictor la que no dejaba de lanzar su infinita amalgama de frases hirientes en su contra, y como ya se veía venir la respuesta no tan sorpresiva de Connie su interpelante no se hizo esperar...

Parecían olvidar al resto de personas que estábamos a la mesa reunidos, pues su discusión estaba tan centrada en sí, que, con seguridad puedo decir que en ese momento eran únicas en su ring, un ring de rencores y antipatías. Desgarraban su recato en medio de miradas paralizadas y voces bajas de los espectadores, seguro nadie tenía la menor idea de lo presenciando, ni el motivo de tal comportamiento “gritos en la oscuridad” podría haber sido titulada tan acalorada discusión, pues vaya que se dijeron de todo y nadie sabia el porqué.

Para continuar; me permito hacer una pausa y justificar el motivo que me llevo a estar presente en tal acalorada rencilla; es parte inherente de la tradición ecuatoriana las reuniones entre familiares y amigos con motivo de la conmemoración religiosa muy conocida en los primeros días del mes de abril y por su puesto su plato típico el cual reúne a más de una persona en su preparación.

Es ésta la razón, la que me llevó a aceptar una invitación propuesta por una gran amiga para visitar la casa de sus abuelos, a quien decía no haber visto durante algún tiempo, y que dada la fecha que se aproximaba, éstos realizarían dicho plato típico para el deleite de sus asistentes, y que entre estos estaba ya incluido, pues acepte de muy buena gana ya que en fechas así, es agradable ver como la gente se encuentra con muy buen humor, se olvidan de los problemas, saludan, conversan, comparten, ríen, etc.

Llegado aquel día, y tras varios estrechones de manos, y un par de conversaciones con uno que otro desconocido; el ambiente estaba tal cual lo había imaginado, un sol brillante, bebidas, niños jugando entre sí, una pelota, la que terminó sacando sonrisas al introducirse en las redes de un arco. Recuerdo también haber visto a Connie y a Verónica, aunque en aquel momento no sabía siquiera de sus nombres y peor aún de sus antipatías. Por fin en la mesa y a la espera de saborear el famoso plato típico el cual era el motivo principal de la reunión, minuto seguido, estalló la bomba y se destapo la olla de grillos, todo a su alrededor se detenía en un efecto tridimensional que centraba a sus protagonistas en aquel abismo de fuertes tirrias, tras vociferar palabras al viento, y antes de los empujones y demás, alguien logro por fin calmar esos ánimos y armonizar la velada con un poco de música; finalmente y luego de agradecer por la recepción opte por retirarme del lugar con una sensación no tan agradable y haciendo conjeturas de la situación.

No había caminado sino un par de calles, cuando el sonido del claxon de un auto alertaba mi parada, era un matrimonio que había acabado de conocer hace ya varios minutos, atento y agradecido acepte me dejaran un par de cuadras más adelante.

En el trayecto la pareja comentaba lo ocurrido, manifestando que toda ésta escena novelesca formaba parte de un aflicción amorosa que ellas venían llevando desde hacía un largo tiempo, ya que verónica, según lo entendí, había sido ex-pareja de uno de los asistentes, quien tenía como actual pareja a Connie, basto con este pequeño detalle para darse cuenta de lo ahí ocurrido.

24 abril 2010

Lo que el viento no se llevó

Jueves, 20h:09; nada más cotidiano que sacar una bolsa de basura la que finalmente terminará en el carro recolector y que sea de paso solo la saco cuando está ya por reventar, ja! ja! ja!; hay un pequeño trayecto que me conduce de la puerta de entrada de la casa hacia la calle, he empezado a caminar cuando una sensación muy agradable recorre todo el ambiente y hace placentero el caminar, es algo envolvente, una brisa leve que relaja los sentidos, un ánimo que incita a meditar. Llena el aire frío que convierte a la noche y paraliza el subconsciente, será un olor o un aroma, no lo se? no me es indiferente, de pronto..., recuerdos que van y vienen, en especial la de una fecha en particular cuando marca el inicio de aquellas fiestas que señala el calendario para la ocasión. Es diciembre y en Quito mi ciudad las estrechas y empinadas calles del Centro Histórico se llenan de tan mágica esencia. Su olor proviene de un árbol denominado “palosanto”, cuya madera al ser quemada desprende un humo de color blanco que a mi gusto es digno de comparación con las ya conocidas esencias aromáticas tradicionales.

En esta fecha es muy común encontrarse por sus calles, por sus plazas, grandes y pequeñas, en horas de la tarde y parte de la noche, con personas quienes acostumbran quemar pequeños trozos de esta madera, acompañando así sus ventas de caramelos y galletas, las que tradicionalmente han permanecido por generaciones, pues diría que el "palosanto" es el complemento, su elemento sine quan non. En si el motivo que lleva a ser utilizado en las distintas fechas, en especial las de caracter religioso, a ciencia cierta no lo sé; pero, creo suponer que es por sus grandes propiedades relajantes y de meditación, el elemento fundamental que alimenta al espiritu en aquellas practicas, en verdad! sí que es así, pues siempre suelo divagar en pensamientos cada vez que siento que vuela en el ambiente, en ésta ocación se lo siente tan fuerte e intenso que es como sin el viento no puediera llevarlo tan lejos, seguro pasará algo de tiempo antes de desvanecerse por si solo.

Sin duda como hoy, hay momentos en la ciudad en los que más de una persona cierra sus ojos, deja caer su cabeza hacia atrás, respira a fondo, busca sensaciones..., momentos que traerá consigo, talvez un olor...?, un aroma...?, o tal vez un tema musical...?, para mi fue aquel envolvente y agradable olor del "palosanto".

En busca de información acerca de este árbol quedo más que sorprendido al saber que su madera es recolectada única y solamente toda vez que este ha muerto por su propia vejez y ha transcurrido el tiempo necesario para su descomposición natural, más no servirá de nada su tala a propósito, pues no emanaría olor alguno.







13 abril 2010

Cual padre con su hijo

Cae la lluvia en la ciudad y según se puede ver seguro seguirá así hasta por un largo rato, Fabián se encuentra de visita en casa, primo por parte de mi padre, al cual aprecio mucho, diría que es alguien con quién se puede conversar de todo o casi de todo. Lo cotidiano es sin duda algo que no podemos pasar por alto pues en cada visita suya las preguntas van dirigidas a lo que cada uno ha hecho en su día a día. Tras varios temas de conversación hay uno que me llama la atención y empiezo a mostrar mayor interés pidiéndole no omitir detalle alguno. Considero que se debe ser buen observador para comentar en detalle un hecho por el presenciado en la forma cómo escuche describirla.

Es tarde, nada más habitual para él, que caminar en dirección sur-norte de la ciudad para llegar a su lugar de estudios, allá en una esquina, en la acera y junto a un cochecito de caramelos y demás golosinas, está aquel anciano que a diario se lo ve aprovechando el tránsito de la gente, para con suerte ganar unas pocas monedas que a cambio recibe por el lustrado del calzado de sus transeúntes.

Su paso habitual se vio retrasado al ver como aquel anciano de grandes lentes cuya cabellera blanca delata el paso de los años, éste se vía abordado por un extraño sujeto cuyo aspecto evidenciaba su mala actitud, probablemente sus intenciones eran las de despojar del poco dinero que el anciano había hecho hasta aquel entonces; cada paso que daba lo aproximaba más a la escena, a pocos metros ya, no descartaba la actitud de aquel sujeto, al encontrarse a una distancia en la que podía escuchar con claridad y observar con detenimiento, pudo darse cuenta lo que verdaderamente estaba pasando, vio como el anciano entablaba una conversación sin importar la persona a quién tenía en frente, creo que aquel sujeto, (que en realidad al verlo de cerca, se trataba de un vagabundo, llevaba ropa rasgada y sucia, con la expresión en su rostro nada amigable), quedó algo asombrado, pues el anciano, no se inmuto siquiera con la presencia de este, continuo como si nada pasara, pensó…, quizás estaba ya acostumbrado a lidiar en este tipo de situaciones, tal vez no sería la primera ni la última, el asombro fue más cuando tras varios segundos el vagabundo agacho su cabeza como si arrepentido la dejara caer, de pronto! una palmada en el hombro, el anciano lo miraba sin extrañar, mientras que en su consiente, el vagabundo dejaba salir unas palabras en suspiros, algo que llevaba muy dentro…, sus avatares quizás, el momento era perfecto siempre tuvo algo que expresar y compartir, tan simple como eso, ser escuchado y no ignorado, seguro ya tantos lo habian hecho.

Mientras se alejaba, Fabián repetia el momento que se iba quedando detras, regresaba a ratos la vista, revivia...; es verdad, nos estamos hundiendo en un abismo de oídos sordos y miradas perdidas:

No escuchar, acelerar el paso y no pretender;

No mirar, voltear la vista y admirar.

La película perfecta, cual padre con su hijo, el casi no dice nada, lo escucha, de pronto un silencio…, y su mano se levanta, la apoya en el hombro, palmea una, dos, tres y nada mas consiente con su cabeza, para aquel vagabundo sin duda es así, el padre que nunca tuvo, o que si lo tuvo…?, al contemplar la escena…, comenta..., fue tan fácil deducir; la vida es así…

Ha dejado de caer la lluvia, la conversación termina, Fabián se despide y como nos es ya característico uno de los dos concluirá diciendo una que otra broma con cierto sentido sarcástico, ésta no es la excepción.

Detrás de cada persona hay una historia que contar, escuchar con intensidad las vivencias, llegan al tal punto que parecería haberlo presenciado in situ.