03 junio 2011

Estruendo interior

Recuerdo aquel momento…, visitando tu hogar, iba de abrigo oscuro, impecable cashmere y sombrero de esos de copa alta, siendo este un detalle ingenioso después del incidente de un peinado demasiado gomoso y brillante que planeé para la ocasión, a decir verdad toda mi presentación tuvo un lustre inusual.

Los pormenores me delataban, fui un iluso…, pero yo convencido y confiado, no sé qué pretensiones elevadas tuve que inhibieron mi sentido del ridículo que curiosamente se conjugaron en un deficiente aprecio por mi y un exacerbado y magno impulso por ti. Así transcurrió mi lamentable peripecia, vale decir que aquella noche no invité a la prudencia a visitarte.

En tu puerta, bombones bajo el brazo, bouquet de rosas en el otro, foto dedicatoria en la solapa y un envidiable y bien anudado corbatín que colgaba sobre mi cuello.

Empezó la tragedia…, no te comentaré ahora sobre el demonio compungido que llevo dentro de mí, y sobre el cómo talla afanadoramente mis tragedias, estuve allí, con rostro de un niño ansioso, de ingenua ilusión, acudí en tu búsqueda, queriéndote, impaciente en tu puerta esperaba tu sola aprobación. No estuve preparado para lo que me aguardaba con tu tardío aparecimiento, pues con el llegó un abrupto desamor…, permíteme decirte algo!, sin que te puedas molestar “naturalmente no puedo culparte por tus defectos ni por la espontaneidad de hacerlos visibles ante mí, ni tu gran desparpajo en mostrarlos, me recibiste con el enorme globo de goma rumiada (chicle), la invitación a pasar del ritmoso, sigue, sigue pelado y una mueca torcida, no se si a la derecha de tu boca”.

Proseguimos al interior, que manera la tuya de andar!, eché una mirada alrededor pero todo hablaba muy mal de tu persona, decidí ignorar lo visto y enfocarme nada más que en ti, claro que en cuanto te encontrase entre todo ese mar de regados cachivaches y demás tereques; pensé que estaba siendo demasiado rígido y debía despreocuparme, después de todo lo que me trajo aquí fue la urgencia de sentir un poco de tú amor y el deshacer contigo por fin toda mi tristeza acumulada. Con nuevos bríos me dirigí hacia ti enamorado otra vez, ansioso, ilusionado y creyente, pero en el camino nuevamente la desazón, te encontré en el sofá, descomplicada, tendida y devorando chocolates sin parar, mientras el pequeño busto de mi retrato como un garabato en el piso, desparramada mi foto!, desparramado mi cariño!, desparramado…, mi rostro de niño, mi espera y mis bríos; hay más detalles de ésta bien desatinada peripecia, en especial de mi estruendo interior y lo aborrecible que te volviste tras todo esto, te lo contaré en cuanto logre recordar el hilo de la dedicatoria que no leíste y a donde fueron a parar mis rosas, mi sombrero y el abrigo.